Marisa Wagner fue poeta, psicóloga social y profesora. Fue presa psiquiátrica durante 11 años.
Su amiga Nomi Lerner y el psicólogo social Alfredo Moffat, la ayudaron a recuperar su libertad. Falleció en el año 2012.
Su libro "Los Montes de la loca" ganó un premio provincial, y desde 2002 fue editado 7 veces.
Marisa recorrió el país dando clases sobre psicología social, literatura, Artaud y Fijman.
Entre su poesía irónica y popular elegimos este hermoso poema sobre la identidad y la crónica.
Su amiga Nomi Lerner y el psicólogo social Alfredo Moffat, la ayudaron a recuperar su libertad. Falleció en el año 2012.
Su libro "Los Montes de la loca" ganó un premio provincial, y desde 2002 fue editado 7 veces.
Marisa recorrió el país dando clases sobre psicología social, literatura, Artaud y Fijman.
Entre su poesía irónica y popular elegimos este hermoso poema sobre la identidad y la crónica.
H.C 13.176
Ya no consumo Halopidol,
sólo Tegretol, Anafranil y Litio.
Estoy compensada.
Traduzcamos:
me mantengo de éste lado,
es decir, sin delirios
y deambulo
(porque, nosotros, los pacientes, deambulamos).
Es una nueva costumbre que he adquirido.
Deambulo -como digo-
libremente por el enorme parque del hospicio.
Estoy lúcida, ubicada en tiempo y espacio,
por lo tanto:
sé en qué día vivo.
¿Vivo? Me pregunto,
y me entra la tristeza y me deprimo.
La historia clínica se pone gorda de tristezas.
Yo soy mi historia clínica.
¿Dejé de ser mi historia, acaso?
Es muy malo preguntarse tantas cosas
que complican, además, el tratamiento.
Tengo sueños, pesadillas
que a nadie se las cuento, por las dudas,
no sea cosa, vayan a la historia clínica.
Pero si tengo insomnio, por ejemplo,
esto es inocultable,
y va derecho a la historia clínica.
Mi psiquiatra, entonces,
regula las pastillas.
Duermo. Se anota en la historia clínica.
Doctor, estoy amando
¿Esto también irá a la historia clínica?
sólo Tegretol, Anafranil y Litio.
Estoy compensada.
Traduzcamos:
me mantengo de éste lado,
es decir, sin delirios
y deambulo
(porque, nosotros, los pacientes, deambulamos).
Es una nueva costumbre que he adquirido.
Deambulo -como digo-
libremente por el enorme parque del hospicio.
Estoy lúcida, ubicada en tiempo y espacio,
por lo tanto:
sé en qué día vivo.
¿Vivo? Me pregunto,
y me entra la tristeza y me deprimo.
La historia clínica se pone gorda de tristezas.
Yo soy mi historia clínica.
¿Dejé de ser mi historia, acaso?
Es muy malo preguntarse tantas cosas
que complican, además, el tratamiento.
Tengo sueños, pesadillas
que a nadie se las cuento, por las dudas,
no sea cosa, vayan a la historia clínica.
Pero si tengo insomnio, por ejemplo,
esto es inocultable,
y va derecho a la historia clínica.
Mi psiquiatra, entonces,
regula las pastillas.
Duermo. Se anota en la historia clínica.
Doctor, estoy amando
¿Esto también irá a la historia clínica?
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