Apussam dice sobre el electroshock y las sujeciones mecánicas:
APUSSAM propone la total
prohibición del electroshock y de las sujeciones compulsivas, tal la
declaración fundamental de los derechos humanos de las Naciones Unidas. Pedimos
la suspensión inmediata de toda “terapia” que involucre sujeciones
involuntarias y descargas eléctricas contra nuestros cuerpos. Tales descargas
eléctricas pueden llevar a la muerte de los usuarios y constituyen un resabio
de crueldad y despotismo que no se debe emplear a personas en terapia en
nuestro país de ninguna manera. Estamos a favor de una perspectiva de Derechos
Humanos para el tratamiento de las personas con padecimiento mental en
concordancia con la Ley Nacional de Salud Mental.
Desde la experiencia personal
muchos de nosotros hemos padecido a ambas. Y podemos asegurarles que volver del
electroshock es volver de la “muerte”, es el mejor ejemplo de “cosificación”.
Nos vuelve objeto, perdemos parte de nuestra memoria. Detengámonos a pensar
cuán importantes son los recuerdos de nuestra vida y experiencia. Todos
atesoramos recuerdos en CD. ¡Y qué tristeza perderlos! Bueno, el electroshock
te borra esos recuerdos de tu propio CD.
Y si la catatonía es la justificación,
invitamos a los científicos y a la ciencia en general a que investigue, a que
se proponga una cura diferente, también en esos casos, a que mire al otro con
los ojos del amor. Ya que no se debe invadir ni realizar prácticas de tortura.
Es inconcebible pensar que éstas puedan ser partes de la CURA.
¿Acaso estamos debatiendo por el
si SI o el si NO a la tortura?
¿el
si SI o el si NO al electroshock??
Cuesta creerlo!
Esto resulta ser a veces un caso
de indefensión. Imagínense ustedes. Una persona medicada, con una simple batita,
arrojada en una cama en la que se le aplica una descarga eléctrica en su
cabeza. ¿Qué les parece eso?
Es una traslación de poderes
también, porque tal vez en otros casos puede suceder que en los Hospitales como
los que estuvimos, los pacientes escapen, pero los que los van a buscar y
agarran bruscamente no son los enfermeros, sino el personal de seguridad. Son
ellos quienes los corren y los arrastran a las piezas y los atan a la cama. Es
el personal de seguridad el que volverá a detener por la fuerza y en contra de
su voluntad al reo- eh perdón! decimos, al enfermo, en un hospital, claro.
Pero entonces, ya no es ni el
enfermero ni la institución médica, sino la institución de seguridad policial la
que se hace presente en la situación, situación que ya no es tan claramente de
cura, de salud, de atención de la enfermedad. Ahí es donde tenemos entonces una
traslación de poderes: del poder médico al poder policial.
¿Pero no se trataba de enfermos,
pacientes, médicos, medicamentos y de la cura? El camino se confundió.
Mantenemos la esperanza de que
podamos revertirlo. Ahí está nuestra apuesta.